[vc_row][vc_column][vc_column_text]Una de las virtudes de los traductores y los intérpretes debe ser la discreción y la capacidad de no hacerse notar.

Cuando el lector sabe que está leyendo una traducción, puede tener por seguro que no está delante de un buen trabajo. Sin embargo, esta capacidad de «desaparecer» que tienen los profesionales del sector, no significa que no haya mucho trabajo detrás de cada traducción entregada o detrás de una interpretación.

Hoy vamos a ver qué es lo que ocurre exactamente desde el momento en que ITA recibe una llamada solicitando una traducción al francés, por ejemplo.

Cuando un cliente nos llama para solicitar una traducción, tiene en mente su objetivo: disponer de un texto en el idioma en que lo necesita, en un plazo determinado.

Pero nosotros necesitamos saber mucho más para ofrecerle un trabajo satisfactorio. Aparte de los idiomas de origen y de destino (en nuestro ejemplo, español y francés, respectivamente), tenemos que  saber de qué tipo de texto estamos hablando: ¿se trata de un manual de instrucciones de una lavadora? ¿Un contrato entre dos empresas? ¿Una compraventa entre particulares? ¿Un certificado de estudios? ¿Una página web de informática? ¿Es sobre marketing, cocina, deporte…?

La importancia de esta información radica en que una de las funciones más importantes de una agencia de traducción, parte de ese valor añadido que buscan los clientes, es la selección del traductor adecuado. En el mercado hay muchos profesionales, de mayor o menor experiencia, calidad y especialización. Nuestra función es seleccionar al que cumple mejor los requisitos del cliente, a ese profesional que «se hará invisible» para que nadie note que el texto final realmente no es un texto original.

Cuando sabemos exactamente de qué se trata el texto, seleccionamos al/a la traductor/a de francés (siguiendo con nuestro ejemplo) y gestionamos los plazos con él o con ella.

En ocasiones, el cliente tiene unas preferencias de terminología o estilo; incluso es posible que dispongan de glosarios propios porque están acostumbrados a solicitar traducciones. Esto siempre nos facilita el trabajo y nos pone en el buen camino para cumplir con sus expectativas, aunque no es imprescindible porque, como se ha visto, siempre nos aseguramos de que nuestros traductores tengan experiencia demostrada en cada uno de los ámbitos en los que trabajan.

Además del traductor, hay una persona muy importante para este proceso: el revisor. Todos somos humanos y podemos cometer errores y, por buenos que sean los profesionales de nuestro gran equipo, nadie hace un trabajo impecable siempre. Para eso están los revisores, que con su agudeza visual y atención al detalle son capaces de detectar una coma fuera de lugar o una omisión en alguna parte del texto.

Estos profesionales son esenciales también porque tienen una visión de conjunto del trabajo. Actúan como los primeros destinatarios del texto y esto les da una perspectiva diferente y complementaria a la del traductor o la traductora.

Aún así, y dependiendo del tipo de texto, nuestra recomendación es hacer una última revisión. En este caso, no se trata de una lectura detallada del texto, sino una verificación de que se sigue el formato en función de los requisitos para esta traducción y de que no falta nada.

En ocasiones, incluso se hacen dos revisiones de este tipo: una antes de que la traducción llegue al revisor y otra antes de mandarla al cliente. Se hace así cuando el texto presenta una mayor complejidad de formato, por ejemplo.

Finalmente, la traducción se entrega al cliente, en el formato, idioma y fecha solicitados.

Como se puede ver, en un proceso de traducción intervienen muchas personas y se requieren diversas habilidades.

Esperamos que estas líneas hayan servido para comprender un poco mejor el papel de estos hombres y mujeres que miden su eficacia y buen hacer por lo poco que los demás saben de ellos.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]