[vc_row][vc_column][vc_column_text]Hemos hablado en otras entregas de los distintos tipos de traducciones existentes. En realidad, la diferencia radica, claramente, en la temática: traducciones jurídicas, traducciones científicas, traducciones médicas, traducciones generalistas… Todas requieren conocimientos distintos.

Hay, sin embargo, traducciones que no solo requieren dominar un ámbito de conocimiento específico, sino que para realizarlas correctamente se requiere el uso de herramientas particulares.

Es el caso de la traducción de software (que veremos hoy) y traducción de videojuegos (de la que hablaremos en nuestra siguiente entrega).

Quizás el lector que no trabaja en el sector de desarrollo de software no se haya planteado nunca en qué consiste la traducción de un programa. Empecemos, pues, por lo más cercano.

Todos utilizamos en mayor o medida herramientas de ofimática. Veamos un ejemplo:[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_single_image image=»3142″ img_size=»full» add_caption=»yes» alignment=»center» onclick=»link_image» css_animation=»appear»][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Aquí se puede ver que todas las opciones que nos ofrece este conocido programa de ofimática están traducidas, algo imprescindible para la mayoría de los usuarios, que no tienen por qué hablar otros idiomas o conocer determinados términos relacionados con el procesamiento de texto. En definitiva, lo que el usuario necesita es una aplicación en la que pueda reconocer todos los elementos y saber qué va a hacer cada uno de los botones u opciones de menú que se encuentre.

Sin embargo, también resulta obvio que un traductor no puede, simplemente, sobrescribir las opciones y ¡chan! todo queda en su sitio.

Para que el usuario final reciba este producto terminado, es necesario que la traducción se integre en el proceso mismo del desarrollo del software o, para ser más precisos, entre el fin de este proceso y el momento en que llega al usuario.

Los archivos de programación son complejos; una persona que no los conozca no sabría distinguir con claridad qué es necesario traducir en cada caso. Para poder separar el grano de la paja, los traductores disponemos de distintas herramientas.

Estas herramientas permiten a los traductores:

[su_list icon=»icon: cog» icon_color=»#014995″]

  • Saber qué hay que traducir en cada caso y evitar cualquier texto que se refiera a una instrucción de los programadores.
  • Ver las traducciones en contexto, para saber si encajan y si el término elegido es adecuado al contexto.
  • Modificar los elementos donde se integrarán las traducciones. Por ejemplo, ensanchar o agrandar un botón con texto y moverlo dentro del espacio que tiene asignado.

[/su_list][/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Veamos una captura de pantalla de uno de estos programas de asistencia a la traducción de software, en este caso, SDL Passolo:[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_single_image image=»3141″ img_size=»full» add_caption=»yes» alignment=»center» onclick=»link_image» css_animation=»appear»][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Aquí hemos señalado en rojo, a la izquierda, lo que es la referencia para los programadores. Esto les permite identificar cada uno de los elementos que hay en un programa: botones, listas desplegables de elementos, títulos de cuadros de diálogo, nombres que deben figurar en la parte superior de la pantalla, menús contextuales, etc. Realmente, es algo que solo ellos entienden y que, afortunadamente, no es necesario conocer en profundidad.

En el centro está destacado el botón que se está traduciendo (en este caso, al alemán). Como se puede ver, la palabra encaja perfectamente y no será necesario realizar ningún ajuste, pero este no es siempre el caso.

A la derecha, también en rojo, se ve la línea donde el traductor introduce la traducción. En todo momento puede elegir visualizar directamente dónde irá el término elegido una vez que los desarrolladores de software lo compilen (es decir, conviertan el lenguaje de programación en un producto con el que el usuario pueda interactuar directamente), aunque también puede elegir traducir todo y luego ver el resultado final y hacer los ajustes necesarios.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Como se puede observar, en el caso de la traducción de software, existe la complejidad añadida de conocer las herramientas y su manejo.

Pero este no es el único tipo de software que se traduce: pensemos en las páginas web, con sus secciones, botones y menús, así como en los propios navegadores que nos permiten visualizar estas webs. Otro ejemplo interesante son todas las aplicaciones para móviles que existen.

En ITA tenemos experiencia también en este campo. Algunas veces nuestros clientes nos mandan el material listo para traducir en un formato fácil de manejar, como es Excel. En ese caso, tomamos una serie de precauciones de gran importancia a la hora de volver a compilar el material en el programa, como el recuento máximo de caracteres (se pueden crear macros que advierten a traductores y revisores de que se han excedido), pero en este caso no tenemos la libertad de modificar los elementos visuales.

En otras ocasiones trabajamos con archivos en formato de texto, muy sencillos y sin ningún tipo de marca de formato, que se vuelcan directamente en archivos de programación, y que son otra forma de facilitar la tarea a los desarrolladores.

Como puede observarse, este es un campo muy amplio, que da mucho juego y tiene mucho futuro en nuestros tiempos. La internacionalización de los productos es necesaria, y tanto los desarrolladores españoles como los extranjeros deben poder ofrecer su trabajo en distintos mercados para llegar a públicos cada vez más amplios, diversos y radicados en regiones distintas.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]